Seminario Teológico John Knox
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Institución de formación Teológica abierta para toda la comunidad Judeo-Cristiana que desee profundizar en el conocimiento de las Sagradas Escrituras. Personería jurídica especial del 12 de marzo de 1997 del Ministero del Interior bajo la ley estatutaria 133 de 1994, artículo 7, literal d del ministerio del interior de la oficina de asuntos religiosos.
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facebook.comMARTÍN LUTERO 1483-1546 "Qué Dios sea Dios” 500 años de la Reforma P. M. Julio (M.Div- M.Th). Decano Seminario Jhon Knox. Martín Lutero es considerado el padre de la reforma protestante, educado como miembro leal de la Iglesia Católica Romana medieval, se hizo monje y posteriormente sacerdote. Sin embargo, el estudio de las Escrituras y sus propias luchas espirituales, lo llevaron a dar un paso decisivo teológicamente, enseñando lo que más tarde llegó a ser los principios fundamentales del protestantismo, así: la justificación sólo por la gracia, por medio de la fe y la Biblia como única autoridad se convirtieron en las banderas insignes de la reforma, “SOLA SCRIPTURA, SOLA GRATIA, SOLA FIDE, SOLUS CHRISTUS, SOLI DEO GLORIA.” cinco banderas que cambiaron diametralmente el curso de la historia y que aún hoy, quinientos años después, son el estandarte de la Iglesia Reformada. El 31 de octubre de 1517 ha pasado a la historia como el día de la reforma en el que el doctor Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en contra de las indulgencias, en la puerta de la Ia Capilla de Wittenberg, tal vez esa fecha ha sido arbitrariamente escogida para tal celebración, nadie en ese día se dio cuenta de que algo especial había sucedido, sin embargo, en la historia, marcó el inicio de profundas implicaciones teológicas. Pero ¿Quién era este Martín Lutero? ¿Quién era este hombre que ha tenido el mayor impacto en la historia del mundo, que cualquier otro? Martín Lutero, de origen alemán, familia de clase media, empezó sus estudios de derecho por complacencia a su padre, del cual tuvo mucha influencia por su trato fuerte, que forjó en él un sentido muy estricto hacia la justicia, lo que lo llevo a entender claramente la justa retribución por las faltas cometidas. Lutero se dedicó a una búsqueda rigurosa del ideal monástico como una alta consagración religiosa siguiendo los impulsos de su conciencia luego de una experiencia que puso en peligro su vida y que lo obligó a pensar sobre su condición ante Dios después de la muerte. El pensamiento teológico de Lutero es inseparable a la experiencia de su vida. Su erudición no era menor a su piedad lo que se mostraba en acciones coherentes con sus pensamientos. Lutero llegó a ser un hombre de grandes convicciones. Un hombre que encontró la verdad descrita en las cartas de Juan y que pudo andar de acuerdo a ella. El descubrimiento de esta verdad vino durante los estudios de la Epístola a los Romanos. Lutero odiaba la frase justicia de Dios, porque solo la entendía filosóficamente como la llamada justicia formal o activa, en virtud de la cual Dios es justo y castiga a los pecadores e injustos. En su vida, por consiguiente no veía ante Dios, ninguna otra condición diferente a la de un pecador y por lo tanto merecedor de la justa ira divina. “En estas circunstancias, estaba furioso con la conciencia agitada y rabiosa, no obstante volvía y revolvía este pasaje, por el ardiente deseo de escudriñar lo que Pablo quería decir en él. Comencé a darme cuenta que la justicia de Dios no es otra que aquella por la cual el justo vive el don de Dios, es decir, de la fe, y que el significado de la frase: por medio del evangelio se revela, es decir, la justicia pasiva por la cual el Dios misericordioso nos justifica por la fe, conforme está escrito: ‘El justo por la fe vivirá’. Me sentí entonces un hombre renacido y vi que se me habían franqueado las compuertas del paraíso”. ‘El justo por la fe vivirá’ fue el grito de batalla de la reforma protestante. La justificación sólo por la fe y sólo por los méritos de Cristo, se convertirían en el punto central en el evangelio de Lutero. Una vez que captó la enseñanza en Romanos, era mucho más claro para él, entender la teología de Pablo, cuyas epístolas parecían como escritas especialmente para la situación eclesiástica y religiosa del tiempo de la reforma. Así podemos entender la distinción que Lutero hacia de la teología: la teología de la gloria y la teología de la cruz; la Teología de la gloria, se interesaba en Dios, en su propio ser y en su gloria, en ésta existe la posibilidad de un conocimiento natural de Dios sin reconocer el profundo abismo entre la idea de Dios y el conocimiento verdadero de Dios, pretendiendo que el ser humano pese a su actual estado de pecado pueda ver las obras de Dios y a Dios en ellas. En cambio la Teología de la cruz, denomina las cosas como en realidad son, ve a Dios tal como este se esconde en su sufrimiento, no podemos ver a Dios de manera diferente a como se manifiesta en la cruz, colocando al hombre en el punto de saber que en sí mismo no es nada y que las obras no son suyas sino de Dios. La flaqueza humana no puede sino ser aplastada por tal majestad, como las Escrituras nos lo enseñan, una y otra vez. El hombre puede llegar al verdadero conocimiento de Dios sólo cuando Dios mismo es quien se lo revela, de acuerdo a lo que San Agustín decía en su llamada “Teología del iluminismo”. Al rechazar las obras humanas, Lutero rechaza el moralismo. Al negar las obras de Dios como medio para conocerle, niega la validez del racionalismo, contradiciendo a los escolásticos de la época en su relación entre teología y filosofía. Como resultado, la posición tomista según la cual la fe le añade al conocimiento natural de Dios ciertas verdades, que la razón no puede descubrir por sí misma, resulta inaceptable. Al franquearse las compuertas del paraíso, según la expresión de Lutero, no sólo encontró la paz que su corazón anhelaba, dentro de su riguroso concepto de justicia en el cual estaba encerrado, sino, que pudo ver con claridad la realidad del tesoro de la iglesia escondido en la obra de Cristo. Su entendimiento de la verdad, como dice en Romanos, se revela por fe y para fe, no podía quedar encerrado en él, sino revelarse tal como Dios se lo había revelado, de ahí su convicción que la iglesia pudiese hacer propias las verdades del evangelio, comprendiendo que la perspicuidad de la Escritura debía llevarse a la realidad, no descansó en sus esfuerzos para que la iglesia tuviese en sus manos la Escritura y que además la pudiese leer en su propio idioma. Su idea fue a los hechos dejando el legado del principio de la interpretación privada y la traducción de la Escritura al idioma vernáculo, tarea que Lutero emprendió traduciendo la Escritura a su propio idioma, el alemán. Para Lutero el punto de partida de la teología es la Palabra de Dios devolviendo a las Escrituras el lugar de Autoridad y absoluto del que nunca se debió bajar, rechazando cualquier opinión o tradición que contradijera el sentido claro de las Escrituras, oponiéndose a la Iglesia Romana la cual se erigía como autoridad por encima de la Biblia. Cada texto según Lutero debe ser interpretado a la luz de la Escritura y de su autor en el que el mensaje central, es decir, el evangelio es la clave de su interpretación. La Palabra de Dios llega al creyente ante todo en Jesucristo pero en un sentido derivado nos llega no solamente a través de la Escritura y la predicación sino también de los sacramentos. Lutero decia; la Santa Cena es el medio por el cual Dios nos da a Cristo y todos sus beneficios salvadores estando Cristo verdaderamente presente en ella. En Lutero podemos ver un desarrollo desde el concepto de Duns Escoto, quien ve los sacramentos como signos eficaces de gracia, a un concepto agustiniano, que pone el énfasis en la fe. De esta forma la operación y eficacia de los sacramentos dependen de la fe; son signos que ayudan a incentivar la fe, sin la cual de nada aprovechan. La fe es la única cosa que hace que los sacramentos realicen lo que significan. Siguiendo la definición de Agustín, dice que el sacramento es algo externo que contiene y significa algo espiritual, a fin de que, por lo externo seamos atraídos a lo espiritual. En un hombre como Lutero no podemos separar teología y experiencia, su vida al igual que en Agustín, Wyclif, Calvino, Knox, y otros se encuentra indisolublemente adherida a su teología. El genio de Martín Lutero reside justamente en su capacidad de cristalizar y experimentar en carne propia todo el conflicto inherente de la teología y práctica de su tiempo. Sus preguntas y conflictos lo hicieron vivir en una tensión permanente entre gracia y mérito, entre justicia y amor que evitaba la paz espiritual en la cual nunca podía estar seguro de su salvación. “Como puedo yo un miserable pecador ser justificado por un Dios Santo”. Pero, no solamente la experiencia de Lutero antes de su conversión, sino también la experiencia de su fe después, era de mucha importancia para su teología. Su fe en la palabra de Dios se fundamentaba y alimentaba de experiencias propias como su conversión. Su seguridad de salvación en medio de las tentaciones fortaleció su convicción sobre la doctrina de la justificación por la fe. Lutero hizo de sus reflexiones, dudas y conclusiones teológicas su verdadera vida, una vida escondida en la cruz de Cristo