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Café de Paul

Avenida de Navarra, Pamplona, Spain
Restaurant

Description

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Lugar de encuentro entre el equipo de Café de Paul y clientela. Escaparate de productos, ofertas y actividades. Galería fotográfica de visitantes.  

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A mi la Susi me parece una dominatrix vestida de catequista!!!

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Querida gente del Facebook que me habéis estado siguiendo desde la página de Café de Paul. Durante meses me habéis acompañando en uno de los momentos más duros de mi vida, encerrada en un espacio frío, con un negocio muy complicado de llevar, con tres hij@s, y una casa, y un cuerpo y un alma que tirar pálante. En la soledad de las tardes en que no entraba gente, decidí comenzar a darle forma a una historia que me volaba por la cabeza, El Secreto de San Fermin, una novela Hop, underground, llena de licencias otorgadas por mí misma. Y que mejor lugar para escribirla que la mística y telúrica calle de Sto Domingo. Han sido más de veinte semanas publicando, cada martes. Y gente muy especial me habéis comentado cada entrega. Un saludo especial para Idoia Iturri, Abel Leba, Juanvi Lizarraga, Jozejota Girón, Patxi Rodriguez, Izaskun Securun y más que olvido en este momento, pero que me habéis acompañado en la soledad de ese Café de Paul, una de mis peores pesadillas vitales. La novela ya estaba a punto de publicarse en su totalidad, y de pronto, decidí interrumpir la publicación. Y Porque? porque me enteré que todo lo que se publica en Fb, pertenece a Fb. Así que noooooo. Mi novela es mía. Y si quiere, FB, se puede quedar con todo, menos con el final. Y como es una novela negra de asesinatos y secretos, pues es una mierda no conocer el final. A mis querid@s seguidoras, si queréis saber el final, quedamos para un cafe. De momento, voy a darle un poco más de publicidad a la novela en mi otro perfil. Y la verdad, me encantaría publicarla en papel, y que se venda en máquinas expendedoras de libros en estaciones de metro, espacio cultural underground donde los haya. Perdonen las molestias. Nos vemos por las calles, reales y virtuales. No se como se cierra una página de estas, pero el café, hace ya casi dos meses que murió. Alegraos por mi. Ademas de la novelita, me permitió vender casi 500 discos. No conseguí vender muchos cafes, pero me sirvió de lanzadera a mi nueva vida. Y ahora, estoy mejor. By By, num 37 de Sto Domingo. Solo rescato de ese lugar, además de mis obras,a esa clientela que me quiso y a esa vecindad que me acogió. Al resto, que os vaya bien!! Perdistéis vuestra oportunidad!!! La oportunidad de que vivierais para siempre en mi corazón, lugar donde duermen los futuros héroes de mis historias. Viviréis en algún bolsillo de mi cerebro, para que pueda usaros cuando deba imaginar algún personaje aburrido, o miserable, u odioso, bueno, en este bolsillo solo vive mi casero. Aguuuuuuuuuurrrrrrrrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!

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24º Entrega: "Donde estoy?", pregunto Natxo, aturdido después de días sin ser consciente de sí mismo, después de la onda expansiva, después de despertar a oscuras, sobre algo blando. "Por favor, caballero, podía apartarse de encima mia? Llevo atado casi 24 horas y usted sobre mí desde hace dos", le respondío Juan. "Donde estoy?",volvió a preguntar Natxo. "En una puta alcantarilla!, por favor, quitaté de encima mia!!!" Natxo por fin pudo mandar ordenes de su cerebro a su cuerpo, y se aparto, con cuidado, a un lado, para quedar tendido, el también, al lado de Juan. "Donde estoy". Esta vez, ni siquiera lo preguntaba. Entonces Juan, empezó a hablar: "Mira, no se quien eres ni que ostias haces aquí, pero eres un regalo del cielo para mí. Creo. Cuando has aparecido, llevabas un cuchillo o algo así en la mano, haz favor, busca por aquí, debe de estar cerca. Tengo un mechero en mi bolsillo derecho del pantalón, para que te ayude. Estoy maniatado desde ayer, creo que no voy a poder mover los brazos hasta octubre. Por favor, suéltame, y luego intentamos descubrir que hacemos ambos aquí". Natxo obedeció, ya estaba despertando a la realidad. Le parecía muy raro todo esto, pero la voz de ese hombre hablandole de usted le arrastraba a aceptar lo que le decía. Mientras buscaba el mechero, Juan gemía de dolor. Natxo tenía las manos torpes, muy torpes, porque todavía no había despertado del todo. Cuando lo encendió, fue facil encontrar el cuchillo. Sorprendido vió que era el cuchillo grande de su madre, que el había conservado junto con muchísimas cosas mas porque seguía viviendo en la casa que le había visto nacer. Después enfoco a Juan, estudio como estaba atado. Fué fácil desatar la cinta americana. En dos minutos Juan respiraba, tendido, con las piernas y los brazos estirados. Debía estar hecho mierda, pero algo había traspasado su cuerpo un segundo antes de que ese hombre extraño despertar, y se sentía como si tuviera 60 años. Ella, había sido Ella. Y empezó a reir, jajajajajajajaja, como un niño. Natxo no sabía que pensar. No tenía ni idea que hacía allí. Se había dormido, Cuando?, y no había dejado de soñar. Le parecía que llevaba soñando una semana. El último sueño que recordaba era que cabalgaba, en forma de Hombre Caballo, con toros. Preguntó, qué día es hoy? Juan miró su viejo reloj y le contestó, "7 de julio, 12,30 del mediodía". "Buuuuuuuf que laguna", pensó Natxo. "No recuerdo haber bebido tanto". Juan le preguntó, todavía tumbado: "Que tal te encuentras, chaval?" y a Natxo esa voz le cayó de puta madre. "Bien, creo", contestó. Donde estamos?". "Estamos debajo de la Iglesia de San Lorenzo. Yo he llegado hasta aquí porque un cura de mi colegio me hizó llegar una historia increíble que todos los 7 de julio tiene lugar aquí al lado, en una gruta debajo del altar. Vine porque el me lo pedía en el escrito que me hizo llegar. Sabes lo más asombroso de todo? Que cuando era profesor mío, ya debía de tener 65 años por lo menos. Pero 50 años sin verle, y apenas aparentaba 70. Lo más asombroso de todo, es que según su historia, mi querido profesor Fermín debía rondar los 400 años. Te lo puedes creer? En cuanto a tí, no tengo ni idea que haces aquí". Juan intentó moverse. Le respondían las piernas, y los brazos. Sentía la presencia amada. Quería entrar de nuevo a esa gruta. Sabía que ya no había peligro. "Ven, buen Hombre que me ha salvado. Intentemos entrar de nuevo por donde me sacaron". Natxo también se levantó, le caía bien esa voz. "Por cierto, dijo Juan. Como te llamas?" "Natxo, Natxo Z. Performance Man. Y Usted?" "Yo? contesttó Juan. Yo soy el Rey del Mundo", y empezó de nuevo a reirse como un niño.

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23º Entrega: Los cinco sacerdotes que faltaban fueron llegando en cuentagotas a la Gruta. Iban acompañados hasta traspasar la puerta del despacho. Después, solo ellos conocían el secreto del armario. Algunos, realmente viejos, debían sufrir en extremo para poder llegar hasta el final de las escaleras. Pero nada más acercarse al edificio, después de un año, ya empezaban a sentir la influencia benévola, y sus cuerpos comenzaban a rejuvencer. Ese año el ambiente era triste. Sin el Gran Maestre, con el Padre Olivio medio imbécil, a pesar de lo importante de su labor. Y con Luis Alberto, que tras la desaparición de Fermin, había ganado en confianza entre lo que él consideraba una banda de abuelos prescindibles. Un lugar aquel, que durante más de 20 siglos había sido un centro de la mejor energía del universo, aparecía mancillado en el plano energético. Pero ninguno de esos abuelos estaba ya dispuesto para oponerse a nada. Quizás si supieran que en unas horas todo habría terminado para siempre, hubiera podido existir alguna oposición. Pero quizás ni así, como le pasaba al Padre Olivio. Cada sacerdote que llegaba ocupaba su asiento, predeterminado desde siempre. Comenzaban el trabajo de encarnarse en el sitio y el lugar, a la postre, alcanzar un estado de concentración entrenado durante muchos años. Algunos llegaron para las 20 horas, el último, a las 22,30. Nadie hablaba, porque allí se hablaba sin palabras. Para las 24 horas empezó auténticamente la ceremonia. Olivio empezó a sentir, en su cuello, la fuerza que le llegaba desde detrás. Una especie de oleada de placer que tenía, con los oídos del espíritu, la apariencia de un látido de algún ser grandioso. Cada latido iba, de manera muy sutil, aumentando su intensidad. El resto de sacerdotes fueron, con las capacidades de sus mentes entrenadas para ello, subiéndose a esas oleadas que traspasaban primero a Olivio y depués, según el lugar, según la fortaleza, al resto. En ese estado no sentían dolor, ni hambre, ni sueño, porque la presencia energética era de la suficiente envergadura y bondad como para sostener sus cuerpos físicos envejecidos. Por eso esa ceremonia, rejuvenecía y sanaba de manera milagrosa. Estuvieron así desde las 24 horas hasta las 10 de la mañana. En el momento en el que el Santo Moreno salía de su iglesia para recorrer las calles, el latido empezó a desplegar su auténtica fuerza. Y el alma de Olivio, empezó a desintegrarse. Ya no estaba sobre su cabeza, dentro de la Gruta. Se encontraba en un lugar indefinido, oscuro. Y una voz le dijo: "Que has hecho, Hermano?" Era el Padre Fermín. "Traicionarte, Hermano. Perdoname, que Dios me perdone!!!!" Grito Histérico, dentro de su trance. "Tranquilo, Olivio". Esto también es su Voluntad". El alma del Padre Fermín se hizo una con la de Olivio. Le ayudó a aguantar las dos horas que quedaban hasta las 12 del mediodía. Por otro lado, el gesto de Luis Alberto, el tercero por su derecha, se iba deformando. Dentro de su cuerpo su alma se resistía a la bondad de esa energía, un diablo luchaba por salir de esa cárcel para intentar dominar el mundo. El latido cada vez era más fuerte, su sonido más profundo, pero no se oía con los oídos. Y de pronto, del extremo delante del cual se sentaba Olivio, una luz turquesa empezó a salir de entre la piedra solo alumbrada con las viejas lamparas de aceite. Pero el grupo no era armónico. El padre Fermin se encargaba de que no fuera, el diablo de Luis Alberto ayudaba a ello. Y de pronto, justo cuando las campanas arriba anunciaban el mediodía, como siempre desde hace miles de años, en aquella gruta tuvo lugar el Gran Látido. Una ola de luz turquesa barrio la mesa, y los cuerpos de los 7 reventaron como en Km O de Hiroshima. Restos de tejidos quedaron adheridos a las paredes. El más grande, del tamaño de un trozo de toro cocinado en guisado. Juan y Natxo se salvaron porque el desnivel entre la Gruta y la alcantarilla los protegió. Aún así Juan sintió una onda expansiva que lo colocó como la mejor cocaína de Colombia. Por su parte, Natxo Z., despertó de su trance.

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22º Entrega: Juan siguió cantando y hablando durante al menos cuatro horas más. Le horrorizaba pensar que quizás si callaba, las ratas se acercarían. Y estaba todo tan oscuro. Una vez pasadas las Vísperas arriba, la Iglesia había quedado vacía y no volverían a encender las luces hasta la mañana siguiente. Después de quedarse sin voz y sin luz, fue más consciente del dolor que le provocaban las ataduras. Y sin mucho escrúpulo, intento buscar la mejor postura para soportar, maniatado, ese suelo pétreo irregular y húmedo. Sintió frío, a pesar que arriba, la noche no iba a bajar de 23 grados. Dicen que cuando vas a morir, tu vida pasa como un relámpago ante ti. Lo de Juan no fue un relámpago, más bien, sintiéndose tan vendido, con un espantoso mono por fumar, fue el mejor recurso para evadirse de aquel horrible lugar. Comenzó a repasar su vida, sus aciertos y sus fracasos, sus amores, sus viajes, todo lo que había ganado en el camino y todo lo que había dejado atrás. Al final, a las cuatro de la mañana, se durmió. Y habría conseguido dormir hasta por lo menos las ocho o nueve de la mañana, porque cuando despertó, de nuevo entraba luz por esos agujeros que debían comunicar la alcantarilla y la Iglesia, que en esos momentos se preparaba para el show anual de la procesión. Y entonces, además de frío, y dolor en los huesos, y mono, sintió que tenía hambre. Bestial! Y solo deseo una cosa, que eso terminara ya. Si tenían que matarlo, que lo mataran, pero que no le dejaran sufrir más esa situación inhumana. Se sentía como un pirata de esos que abandonaban en islas, de los que, con los años, solo podían encontrarse los huesos. Sus tripas hacían ruido. Algún sonido apagado llegaba de arriba. Trás la puerta por donde ese animal le había arrastrado, nada. Y de pronto, comenzó a oír algo que no supo identificar, unos golpes rítmicos, algo más... Agudizado el oido por la falta de luz, con sorpresa escuchó que eran pasos, "La Ostia, ya llegaba su Verdugo?". Los pasos se fueron acercando, y acercando. Juan sudaba, las tripas le subían y le bajaban, tenía miedo de cagarse encima. Pero es que nunca había vivido algo más angustioso... Cada vez más cerca, cada vez más cerca, hubo un momento en que por fin pudo vislumbrar una silueta, pequeña, y casi al instante, vió que esa presencia, llevaba un objeto punzante en la mano. "Un cuchillo", "no puedo morir desangrado, encima, no puedo, no puedo...". Del pensamiento paso al grito, pero no tenían voz. Y de pronto, la figura toco con la punta de sus zapatos la pierna de Juán, y en ese mismo momento, la figura cayó sobre Juan, este oyó el ruido del metal del cuchillo o lo que fuera, contra la piedra. Y a la par, un cuerpo que le golpeaba, le acentúaba el dolor de su entumecimiento y... se ponía a roncar a escasos centímetros de su boca. "Ostias", pensó Juán, "pero quién es este tontolaba?"...

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21º Entrega: Odei y Jon abrieron la puertecica del buzón, y encontraron un sobre de la CAN con un bulto prominente dentro. Lo abrieron y ahí estaba, la típica “bolsa” de plástico blanco, con su tripa y su lazo, una cebollita de droga con lo que debían ser 4 gramos de MDMA. “Bufaaaaaaa, Jon, tenemos aquí M pa to la peña!!!”. A Jon las pupilas ya se le habían salido de las órbitas y andaban solas por el portal, las tripas se le estaban removiendo de satisfacción. Y el pedo, de nuevo, subiendo, solo con ver la bolsa. Por las escaleras accedieron hasta el segundo piso y último del inmueble, donde vivía su tío. Odei por si acaso, llamó a la puerta, pero no abrió nadie. Después siguieron por las escaleras hasta la puerta de acceso al bajo techo y al tejado. Y allí, inauguraron la Fiesta Monstruo, con un rayón de M que a cualquier novato, le mataría. Después salieron a la calle y volvieron al infierno de donde habían salido, el “Primi”, un puto antro en la Tejería, con el mejor sonido del barrio, oscuro, sudando las paredes como solo sudan las alcantarillas. Allí reclutaron al Jabito, uno de los espíritus más lúdicos que había conocido Odei en su corta pero intensa vida. Le acompañaba un colega de Barna que Odei había conocido esa misma noche, o tarde o día, porque llevaban ya casi 24 horas de ciego. Un tío grande, fuerte, que podía aguantar los tres días de marcha sin perder la conciencia. Le faltaban dos para lograr lo prometido a su tío. Pero a esa hora no era fácil reclutar a alguien dispuesto a pasearse por la ciudad con una peana de santo hecha con palés: Día de procesión católica, la calle llena de maderos y munipas, y ellos, con esa pinta y esa cantidad de droga, dentro y fuera. Se apoyó en la barra de madera, pegajosa de litros y litros de alcohol, y mirando a la barra se dispuso a pedir un kalimotxo, su bebida preferida. Y entonces la vió. Fuerte, alta, fresca como una rosa, bailando al son que ella misma estaba poniendo, porque era Andrea, la camarera. Otro espíritu libre al que se le sudaba el chichi muchas cosas. Se acercó: “qué pasa Odei, potxolo, zer nahi duzu?”. “A qué hora sales?” le contesto Odei. “No me jodas tío, que lo último que voy a hacer es follar contigo con el ciego que llevas. Además, ya lo sabes, me gusta más tu novia que tu”. Odei se rió: “ Qué dices tía, no has conocido macho como yo”. Y entonces se rieron los dos. “No, cariña, que no quiero follar contigo. Bueno, si hay que hacerse, se hará. Jajaja. Que haces a las 11?” “Justo a esa hora, termino el turno. Pues? ¿Vamos a almorzar? Mañana tengo fiesta”. A Odei le subió la raya de nuevo. “Venga, que quieres almorzar?” le preguntó el chaval. Y Andrea: “Pues, me encantaría unos huevos con jamón y tomate. Y luego, café y copa. Y luego una rayita y un porro!!!!” Y se rió, fresca como una rosa, porque se había levantado a las 3 de la mañana para ir a currar, desde entonces no había hecho más que poner privas y temas, y al dia siguiente, tenía fiesta. “Y has quedado con alguien?” le pregunto Odei. Y ella, poniendo cara de gatita, le contestó: “Sí, con Annette”. “Y quién es Annette?” pregunto el mozo. Andrea hizo un gesto señalando hacia el otro lado de la barra. Allí vió a una tía con pinta de alemana, más alta y fuerte todavía que Andrea. “Le gusta la marcha?”, pregunto Odei. Y Andrea le contestó como un rayo: “Nacida para consumir”. Y entonces Odei le contestó: “Andrea, te necesito. A cambio, te invito a almorzar, te regalo todo el M que necesites, tu y tu colega, y te ofrezco una experiencia que no vas a olvidar en la vida”. “Qué experiencia?” preguntó Andrea, que ya sabía de sobra para sus 25 años, claro, que todo tiene un precio. “Una procesión!”, contestó Odei. “Qué mejor día que hoy!”. Y entonces Andrea contestó: “Vale, pero te aviso que una vez vi a Annette en Berlín encima de un coche de maderos intentando joder la sirena con sus martins!. Y a Odei le volvió a subir la droga. Para las 12 menos cuarto del dia 7 del 7 salían de Casa Paco. Iban un poco tarde, joeeeee, pero era difícil arrastrar a cinco fabulosos, cargaitos de to, por las calles del Casco Viejo de Iruña. Pararon en una bajera de la calle Descalzos y cogieron una peana de 1mX2m hecha para la ocasión. Y se encaminaron por los ascensores, hacia el puente del Plazaola, donde había quedado con su tío. Al final no llegaron hasta las 13 horas aproximadamente. Su tío no estaba. Pero para Odei el tiempo ya se había convertido en un hijo elástico que se estiraría y estiraria hasta que se acabara la droga, y más allá. El espacio también había dejado de existir en su forma convencional, y el mundo se había convertido en un prado verde a 35 grados, lleno de árboles viejos, con un simply muy cerca con priva fresca, y un río de agua verde, lleno de patos, todavía más cerca. El colega de Jabito se durmió después de desnudarse y bañarse y volverse a colocar, los gayumbos. “Eso es bueno”, dijo Jabito, “cuando se despierte, estará como nuevo”. Por su parte él mismo no dejaba de hablar con todas las chicas que pasaban. Y Jon, Odei, Andrea y Annette, no dejaron de beber, fumar y, dentro de un seto gigante con un hueco en medio, meterse rayas. Es así que en realidad se les hizo muy corto las seis horas que pasaron en ese lugar.

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20º Entrega: Cuando Juan despertó se encontró maniatado, tumbado sobre la mesa que presidía la “Gruta”. Oyó una voz que decía, “ya está espabilando”. Abrió los ojos y vio dos curas, uno realmente viejo, con los ojos desorbitados, sudando, que lo miraba pero no lo veía, más bien Juan se sentía traspasado. El otro cura era joven, con cara de americano, pelo negro, ojos negros, nariz aguileña inca. Grande, y con una gordura femenina. “Tú eres el contacto del Traidor?, jajaja, pensé que mandaría a alguien con pinta de marine, que pudiera tumbarme de un puñetazo. Por Dios Santo, y no un abuelo como tú”. El padre Olivio miraba a Juan alucinado, porque tenía delante esa figura de la ropa extraña de colores que aparecía en sus sueños insistente. El padre Olivio, como el padre Fermín, eran en sí mismos sobrenaturales, pero aun así, después de quedar solo ante la mayor responsabilidad, y por tanto mayor conocimiento, no dejaba de sorprenderse de tanto misterio ante sus ojos. Y su alma se debatía, enloquecida, en una sola cuestión. Si todo lo vivido era obra de Dios o del Diablo. Le habían llevado desde la Residencia en taxi hasta la Gruta, para preparar la ceremonia del día siguiente. Debía mantenerse en estado de gracia durante aproximadamente doce horas, para acabar en un éxtasis que nunca jamás había experimentado en el lugar principal. Recordaba las veces que había visto caer desmayado al padre Fermín después del gran latido. Y como, por lo visto, permanecía en cama una semana entera, hasta que despertaba, eso sí, rejuvenecido. Como el resto. Le daba miedo la intensidad del momento, la presencia de los otros seis hermanos. Pero lo que más miedo le daba, es que sabía que mañana moriría. No se lo había contado a nadie, ni lo contaría. Y quizás permanecer en silencio iba a ser lo único realmente valiente que realizara en toda su vida. Cerró los ojos, ya no escuchaba más que la voz de Luis Alberto, pero pronto también se evadió de ello. La presencia en la Gruta le ayudaba a entrar en el estado necesario, pero todavía no había llegado el momento, faltaba el resto, que iría llegando. Todavía el corazón era un latido lejano y suave. Se quedó dormido de cansancio. “Te voy a dejar en un sitio que no vas a molestar, el resto de hermanos están por llegar y no deben verte”. Juan tenía las manos esposadas delante y los pies atados con cinta americana. Quizás un marine de film lograría salvarse de esto, pero a su edad, no tenía siquiera la agilidad suficiente para tocarse los pies con las manos. No sabía que pensar de todo aquello. Su plan era haberse escondido en un hueco de la piedra en la Gruta, tal como le indicaba el Padre Fermín en su relato. Y esperar a que llegaran los hermanos de la Cofradía y pasara la ceremonia. Y después, cogerla y sacarla de allí, para mostrar al mundo lo que se escondía en aquel lugar. Y romper con el poder de la Cofradía sobre ella. Y descubrir la verdad. Pero no esperaba, tooooooonto, que le sorprendiera por detrás ese eunuco con voz aflautada de víbora. Y el otro cura, parecía que se hubiera comido algo realmente bueno, o que simplemente fuera anormal. No sabía definirlo. “Haz lo que te salga de los cojones”, contestó a Luis Alberto, que torció un poco el gesto pero enseguida recupero su cara de cortesano. El inmenso inca abrió una segunda puerta, pequeña, escondida entre las sombras, y cogió a Juan como un saco de patatas. Lo dejo sin mucho miramiento sobre el suelo, y lo arrastro agarrándolo de los pies. Resoplando, le hizo bajar un escalón y otro, y otro. Y en cada uno, el cachondo de Juan se daba un coscorrón en la cabeza. Y soltaba: “Hijoputa”. Le saco de la Gruta y atravesando una pequeña boveda de ladrillo romano de medio punto, lo único que veía, aparecieron en lo que a Juan le resulto unas alcantarillas antiguas. Con ruido de agua corriendo, todo estaba oscuro, pero pronto empezó a vislumbrar una tenue luz que le enseñó más o menos el espacio en el que se encontraba, un túnel de ladrillo rezumando agua que desaparecía en la oscuridad hacia un lado y hacia otro. La luz venía de unos agujeros en el techo que conectaban el espacio y por lo visto la iglesia de san Lorenzo. Ahora mismo el gobierno de la ciudad se comía ostias allá arriba, en lo más conocido como las Vísperas de Sanfermin. Y él aquí. El Padre Luis Alberto le arrastro todavía un trecho más, y lo dejó allá, tumbado. Y dándole una patada amanerada, le dijo, “ahí te pudras, desde que se construyó la nueva Galería subterránea, este espacio ha quedado incomunicado de la antigua red de galerías. No hay salida, solo podrías encontrar paredes de hormigón. Pero no vas a poder soltarte. Y cuando todo termine, mañana, o quizás pasado, alguien vendrá a manchar su conciencia con tu muerte. Yo desde luego, no”. Y desapareció, cerrando la puerta. Dejando todo todavía más oscuro. Eran las seis y media de la tarde del 6 de julio. Y Juán pensó: “Joder, si he de morir, al menos será cantando”. Y con ese humor que siempre le había acompañado, empezó a cantar “El Rey”, la canción emblemática de los cabrones de las Peñas. Su cascada voz por los porros y la vida no llegaba a atravesar muros, ni puertas ni luceros. Pero lo que él no iba a permitir es que las ratas le vigilaran. Antes, las echaba, cantando peor que los perros.

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19º Entrega: Antes de que la fiesta reviente con el chupinazo, hordas blancas y rojas van ocupando las calles del Casco Viejo. Hordas que quizás han llegado en autobús, en tren, en avión, en coche. Pero especialmente son hordas que se han levantado a eso de las 8 de la mañana y muchas veces en sus propios barrios, inician la gaupasa interminable desayunando huevos, jamón, patatas fritas, vino, café, pacharán y puro, o porro, o raya, o cacho. O todo. Hordas de paisanaje, de gente pija pero también de gente como Odei. El no empezó con huevos sino con menú vegano en antro punk, que justo pudo tragar por obligación. Porque al chaval, cuando sabía que después de comer empezaba la marcha, el estómago se le recogía, emocionau. Para las 11 de la mañana ya había empezado la juerga monstruo con una raya combinando speed y cocaína al final, por el gusto. Y cacho de pastilla. Desde ese momento hasta el 7 de julio a las 8,30 de la mañana que llegó al portal de su tío con unas pupilas que se le salían de los ojos, se había metido entre pecho y espalda un gramo de speed, dos de cocaína, dos pastillas, 40 porros, una patata asada y mil cervezas, aproximadamente. Había follado en un baño con un coreano que todavía estará pensando que locura era esa, con un bar lleno de gente sudada votando a ritmo de la electrónica más bestial y ese par de pollas desconocidas, duras de deseo y cocaína, al menos en el caso de Odei. Y había hablado con doscientas personas conocidas y quinientas desconocidas. Cuando enfilo la calle García Castañon, le acompañaba su colega Jon, amigos desde la ikastola, con el mismo gusto por las drogas, la música y la indumentaria. La ciudad despertaba a un nuevo día de fiesta, el día del Santo, pero ellos seguían inmersos en la bacanal del día 6, única en los nueve días de feria. En la Residencia del Seminario se siente el Chupinazo porque se oye a lo lejos y porque los cuidadores enchufan la tele y ponen a los zombies del Alzheimer delante de la pantalla. Siempre queda algo de conciencia que se estremece con el momento, algún abuelo que a pesar de su sacerdocio, ha mantenido ese espíritu casta que se alegra que ya hayan llegado las fiestas de esta gloriosa ciudad. Pero en realidad el ambiente, es deprimente. Porque las Residencias de Ancianos, son parkings en la autopista que lleva directo a la muerte. La antesala del final solitario de muchas vidas arruinadas. Lo peor que te puede pasar, si tienes que acabar tu vida en un sitio así, es que te quede algo de conciencia. Como el padre Olivio. Aunque no le importaba mucho darse cuenta del infierno que vivía. Era la preparación al fuego eterno que creía iba a vivir para siempre en cuanto todo pasara. Lo había visto en sus sueños, mas esclarecedores desde que asesinaron al Padre Fermin. Sabía que el 7 de julio iba a morir. Pero le parecía lo correcto. Ahora solo debía aguantar un día más a esa víbora de Luis Alberto. Era la única satisfacción que le quedaba en las últimas horas de su larga vida, que ese ser realmente diabólico, moriría con él. Y todavía no lo sabía. Pero él, lo había visto en sus sueños. Tan claros. El fantasma del Comisario volaba por las calles, embargado de la fiesta, o al menos eso es lo que él creía. Cada vez iba perdiendo más de su carácter terrenal, sin darse cuenta. Veía la gente consumiendo droga, robando, agrediendo, con un visor que hubiera querido estando vivo. Pero le daba igual, ya no le activaba su chip madero. Paseaba su vista por todo el delito con una perspectiva que su nueva dimensión le regalaba, pero no se detenía en nada. Solo lo hacía en aquellos lugares donde se practicaba el sexo. Eso era lo único que todavía le enganchaba a este mundo. Si no volaba ya al otro lado del túnel, es por lo que le había gustado follar en esta vida. Aún así, la sensación de gusto había cambiado. Ahora más que un deseo en la entrepierna o una satisfacción momentánea, era una alegría por la vida. Alegría por el contacto y la pérdida de la razón a favor de los impulsos físicos. Volaba por las calles de lo viejo, y luego se iba al Cementerio. Y también subió hasta el Fuerte de Ezkaba, pero se volvió. Las almas en pena de los carceleros de la Antigua Cárcel Militar eran insoportables para su frágil aura. El espíritu del Padre Fermín esperaba. En lo alto de la Torre de la Iglesia de San Lorenzo, lugar donde descansa la imagen del famoso Santo moreno San Fermin. En postura de loto, era un foco de energía que solo estaba allí para dirigir la ceremonia por última vez. Después se desintegraría en la red energética universal. Pero ahora, debía mantener parte de su concentración terrenal para ayudar a Natxo Z. y a Juan y a Odei y al resto. Dos veces le rozó el Comisario, pero no quiso manifestarse, y el principiante fantasma madero solo notó una caricia divina. Natxo Z. estuvo desde el día 3 trabajando en su estudio como un loco. Después tiró a la basura todo lo que hizo, porque no tenía la mínima calidad de nada. Pero en ese momento le sirvió para estar encerrado en un lugar seguro sin exponerse a tanta gente extraña, en ese estado de trance. Estuvo así hasta las 8,30 del día 7. En ese momento salió a la calle, con un cuchillo en el bolsillo de su pantalón chargo. Fue andando como un zombi, o como un gaupasero, el disfraz era perfecto. Le costó atravesar la calle Jarauta, llena de basureros y peñeros y amas de casa y corredores. Llego a los ascensores de Sto. Domingo. Entró con veinte personas más. Cruzó el puente de Curtidores y tiro, por el camino del río, hacia la izquierda. Se cruzó con gente tirada por el suelo, sentados en corro, con barraqueros. Pero él no veía a nadie. Llegó hasta el puente del Plazaola. Lo cruzó. Y allí, saltó a la ribera izquierda del Arga, que nadie transitaba. Entre la maleza, encontró la entrada. La olvidada Cueva del Ran Ran que solo visitaban yonkis y los encargados de la limpieza de ribera. Pero ninguno sabía que al fondo, había una piedra que si se presionaba, abría una antiquísima puerta secreta. En su trance pudo tener la fuerza suficiente para abrir el mecanismo que no era utilizado desde la última guerra carlista. Pero lo divino le acompañaba. Apareció un túnel oscuro y húmedo. Se adentró en él. Eran las 10 de la mañana del día 7 de Julio. Juan se levantó a las 8,30 de la mañana del día 6. Se vistió con un pantalón negro, un cinturón negro y se colocó la camisa de cura y el alzacuellos. Como era un vacilón se fue a desayunar a una cafetería que no le conocían, en el segundo ensanche. Le hizo descojonarse por dentro que la chiquilla, una dulce americana, le hablara de padre, y le estremeció que, al terminar y levantarse para irse, ella le pidiera la bendición. Le infundió un respeto muy grande esa niña. Y por supuesto que la bendijo. Con toda su alma de canalla. Después fue paseando tranquilamente, rodeado de gente en blanco y rojo. Se acercó hasta la Taconera, perdió el tiempo entre parterres, ciervos y botellón. Le desagrado ver el jardín esposado entre vallas, pero era lo mejor, para que el jardín francés sobreviviera a la hecatombe que iba a suceder a su alrededor los próximos 9 dias. Esperó que llegará la hora, y cuando ya eran las 12 menos cuarto, enfilo hacia la calle Sanfrancisco por San Lorenzo. Allí, sacó de su bolsillo una llave, una de las dos que el padre Fermin había dejado en el último sobre de la caja que contaba su historia. Abrió el portal. No había nadie. Fermín le había avisado, esa hora es la perfecta para entrar en esa casa sin que nadie te vea. Subió las escaleras antiguas hasta el primer piso, allí encontró una puerta. Utilizó la otra llave, de seguridad. Se abrió sin resistencia. Entro en un viejo despacho. A un lado de la puerta había un antiguo mueble librería con archivadores llenos de por lo visto, facturas. Se dirigió hacia él, metió los dedos detrás del mueble y empujo. El armario se corrió sin resistencia, como aceitado. Estaba preparado para eso. Y vio las escaleras de piedra. De pronto la historia empezaba a hacerse realmente verdad. Y las mariposas volvieron a su estomago. Empezó a bajarlas. Apróximadamente a la altura de lo que debían ser los cimientos de la casa y la iglesia adyacente encontró una puerta de aspecto medieval. La abrió . Bajo más escalones y entro en la gruta. Iluminada con las lámparas de aceite. Estaba la fuente. Y el resto como había contado el Padre Fermin. Y se emocionó, cayendo las lágrimas por su rostro. Embebido de tantas cosas fantásticas, no oyo el leve susurro de la ropa. Solo sintió algo en la nuca, y cayó sobre el duro suelo romano.

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18º Entrega: El 2 de julio en Pamplona ya se siente que algo grande va a pasar. Los pamplonautas se afanan en dos cuestiones principales. Unos, frenéticos, preparan la ciudad para el tsunami humano alcoholizado que en menos de una semana debe arrasar la tranquilidad secular de la gris capital obispal. Se montan barras, se compra ropa, se hace acopio de comida, de droga. Las Peñas hierven. Se confeccionan carteles con listas de precios, los repartidores de bebida, sudorosos madelmans, dejan espalda y nervios en un continuo trasiego por las estrechas calles del Casco Viejo, soportan atascos al sol del verano. Saben cuando empiezan a trabajar, pero nunca cuando van a terminar la tarea primordial que llevan a cabo. Amontonan sus camiones por las calles que en poco tiempo ocuparan torada y corredores. El otro gran grupo de Pamplonautas, se afana en escapar del desastre, por dinero o por miedo. A ambos grupos una fuerza extraña les acompaña. La plantilla municipal, política y de funcionariado, trabajan como si no hubiera un mañana, porque de pronto la ciudad de 200.000 se convierte en un botellón de 1.000.000. Y se colapsan servicios médicos, policías, recogida de basura. Aunque la fiesta no salga de su guión repetitivo, ya supone una carga de trabajo extraordinaria, porque además, el mayor trabajo, viene con el turno de noche. Y con esa aglomeración, además, florecen los imprevistos como hongos. El ritmo es frenético, las responsabilidades inmensas, las tareas, variadas hasta el infinito. Y sin embargo, una fuerza extraña les acompaña. Putas, yonkis, artistas, obreras, adolescentes preparan su fiesta particular. Proxenetas, camellos, periodistas, yuppies, mayorales, hacen lo propio con la suya. En Julio, el mundo acaba en Pamplona, para renacer el día 15, de resaca. Y a toda la gente, le acompaña una fuerza extraña. El día 2 de julio Odei fue a la foz de Arbayun, a bañarse y fumar porros. No pensó demasiado en su tío y su movida. Especialmente porque no tenía ni idea de lo que se trataba. Entonces quizás se hubiera asustado. Pero con sus 25 años solo sentía una fuerza extraña que a 40 km de Pamplona, se veía un poco atenuada. El día 2 de julio Juan estuvo comiendo en el Erretegi de la Estafeta con unos amigos de Madrid que ya habían llegado para ver la Feria, emborracharse y hacer negocios en azoteas pijas. Después se fue a casa, y leyó de nuevo la historia que le mando el Padre Fermin. Cuando termino, sentía mariposas en el estómago. Como un joven. Una extraña fuerza renacía en él. Hace 40 años que no se encontraba en Pamplona para esas fechas. El día 2 de julio el fantasma del Comisario se fue al Cementerio, y fue testigo de todos los polvos y todas las pajas que los usuarios de ese lugar de encuentro pudieron disfrutar. Lo hacía desde la lejanía de sentimiento que sufren los fantasmas, y desde el apego a la Tierra que sufren algunos espíritus que han muerto de manera violenta. Sin embargo se río a carcajadas cuando en uno de los encontronazos reconoció a un compañero de Guadalajara, vestido de mujer. Las corridas ese día le parecieron especialmente vigorosas. Como si una extraña fuerza lo inundara todo. El también sentía esa fuerza, como un eco lejano que se iba acercando. Si alguien le hubiera podido preguntar que le parecía, quizás hubiera respondido: No se, algo como divino! El día 2 de julio en la Residencia del Seminario un cura se anudo el cilicio al pecho a las 15 horas, y se dedicó a rezar hasta las 23 horas sin interrupción. Cuando se desmayó, el ruido seco alerto al Enlace, que lo vigilaba. Llamo a las monjas auxiliares para que lo llevaran a la cama. Cuando lo desnudaron, su piel sangraba entre las cuerdas. El Enlace tenía ganas de estrangular a ese hermano que le resultaba un auténtico incordio, pero que necesitaba para los objetivos que la Cofradía tenía sobre él y sobre el resto de 7. Ese incordio no murió esa noche porque a pesar de su conciencia tortuosa, estaba invadido de una fuerza extraña. El día 2 de julio, desde Panama, un cura joven, ultracatólico y sin testículos, montó en un avión de Iberia rumbo a Madrid. Se le esperaba en Pamplona para el 4 de julio. Hacia dos meses había sido castrado, para gloria de Dios. El prior de su orden le había entregado una semana antes un cheque de medio millón de dólares para su familia, y la promesa de que su sacrificio le alzaría a los altares cuando toda la operación terminara. El día 2 de julio fue el último día que Natxo Z. pudo dormir. En la última semana no había podido conciliar el sueño más de dos horas diarias. Para el día 3 ya había entrado en una especie de trance, a pesar de seguir con su especial vida ordinaria. Ninguna de las personas con las que se pudo cruzar pudieron percibir nada anómalo, más allá de un poco más de desinterés por lo mundano que lo que podían haber percibido hasta ahora. En el mismo momento en que alcanzó ese estado, el fantasma del Padre Fermin ya no se separo de él. Acercando su aliento a la oreja de Natxo Z. lo acompañaba. Para protegerlo. Y para que pudiera realizar lo necesario. A él también, especialmente, esa Fuerza Extraña, le acompañaba.

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17º Entrega: La Cofradía tiene un despacho en el Vaticano, camuflado tras un establecimiento de restauración de incunables y coleccionismo filatélico. Un lugar discreto en el que entran un reducido número de personas, dos trabajadores que atienden a despistados y realizan tareas reales con libros y sellos viejos, y personas vestidas de cura que aparecen por el local con cierta regularidad. Tras el espacio para la atención de la clientela, real, se adivina en la trastienda un taller con planchas de imprenta y herramientas colgadas de los antiguos armarios de madera y un archivo polvoriento lleno de archivadores donde descansan sellos que van y vienen, al gusto de quién compra o vende. El edificio donde se sitúa este despacho esta datado en 1237, moderno, para Roma. Pero los cimientos son de la época del Bajo Imperio. Se tiene constancia que ya en 1310 un tal P. Ciciro imprimía incunables en ese taller, y la grandeza del negocio es que navegando por los siglos, había podido ir pasando de dueño en dueño, evolucionando en la misma actividad hasta nuestros días. Lo que no consta en las fuentes municipales de Roma ni en las propias del Vaticano es que desde antes incluso que la construcción de la casa, La Cofradía estaba detrás de la verdadera actividad que se realiza en aquel lugar. Conoce esta actividad el Santo Padre, dentro del paquete de secretos que la máxima figura de poder católico carga cuando es nombrado. A los pocos días de su nombramiento un representante de la Cofradía se presenta, dentro de la agenda habitual en estos casos. Tantos siglos de actividad, convenientemente registrados y custodiados en el sótano blindado (desde la II Guerra Mundial) de ese taller de Restauración han permitido a la Cofradía disponer de una gran experiencia en el disfraz de sus verdaderas intenciones. Como primera premisa, nadie, ni el Papa, sabe la verdadera función que lleva a cabo. Como segunda, nadie, ni el Papa, sabe desde cuando la Cofradía funciona, ni como ha sido su desarrollo histórico. De la Historia, no se habla. Y si se pregunta, hay un discurso preparado adaptado al momento, que se cambia según cambia la actualidad. Sobre la verdadera función, solo un grupo de siete personas saben cuál es. Por supuesto el Papa no está entre ellas. Desvelar el secreto supone morir, de una manera ritual cuyo significado solo conocen los miembros de la Cofradía. Este ocultamiento era más sencillo hasta las primeras décadas del siglo XX. Con el desarrollo de los medios tecnológicos, de comunicación, la interiorización de los valores democráticos y la popularización de la escolarización, esta tarea es cada vez más complicada, incluso dentro de la Iglesia Católica. Aún así, a principios del siglo XXI, todavía la Cofradía es una secta secreta que actua a sus anchas bajo una justificación apropiada a los tiempos que corren. La Cofradía dispone de un núcleo central de siete personas que son las que realizan la Tarea Primordial. Solo se dedican a ello, una vez al año, el Siete del Siete en Pompaelo. Pasado el momento, cada cual es transportado de nuevo a su lugar de Residencia, todos excepto el Maestre, cuya función solo conocen el resto de Seis miembros del Núcleo. El resto de personas, alrededor de unas Cincuenta, trabajan para darles cobertura. Desconocen el alcance de su labor, y solo una tiene una idea aproximada de lo que se trata. Es el Enlace, quien ofrece la movilidad y la información que las otras Siete, por edad y por la naturaleza de su labor, no disponen. De esas Cincuenta, Treinta trabajan en Roma, en el taller, en el Vaticano, en diferentes estamentos religiosos. Con ellos la Cofradía cuenta de una visión muy profunda de los medios que disponen para que, año tras año, la Tarea pueda ser realizada, y llegado el caso, estar cerca del Papa para asegurar la marcha de la Cofradía. En Pamplona otras quince personas trabajan para dar cobertura a la Tarea y a su núcleo. Están repartidas entre el Arzobispado, Comisaria, Delegación de Gobierno y dos Residencias de Ancianos. Otras cinco personas trabajan en sendas Residencias repartidas por el Estado Español, atendiendo a los miembros del Núcleo que descansan todo el año hasta el siete del siete en diferentes sedes de órdenes religiosas o Residencias. La Cofradía se nutre de miembros de la Iglesia escogidos según estrictos criterios afinados y registrados tras siglos de actividad. Tanto para el Papa, como para alguno de sus más cercanos colaboradores, como para toda la Cofradía exceptuando el Núcleo de Siete, La Cofradía es una secta ultracatólica fundada en 1871 en España y reforzada tras la victoria Franquista, para proteger el Catolicismo en el Estado. Su labor se centra en Pamplona porque se considera, con la versión adquirida tras 1939, que es en estos territorios donde puede tener lugar la fractura nacional-católica. Pero en realidad, la Tarea no tiene mucho que ver con ello. O quizás Si! De hace unos treinta años a esta parte, las cosas están cambiando vertiginosamente. Este Siete de Julio de 2002, aunque la única persona que lo sabía ha sido asesinada sin contarlo, se cumplen 2000 años de actividad de la Cofradía. Pero ya ni siquiera ella misma lo sabe. La Historia se diluye, arrastrada por los tiempos y la arrogancia de la Nueva Ortodoxia Ultracatólica. En realidad, a 28 de junio de 2002, nadie sabe que va a pasar con esta estructura milenaria.

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16º Entrega: Juan y Odei se comieron ese mediodía una ensalada de queso de cabra, lechuga de roble y aceitunas de Aragón. También dos chuletones para celebrar el encuentro. Y dos botellas de Vega Sicilia. Media Juan, una y media, Odei. El chico era capaz de emborracharse con Don Simón, pero no le hacía ascos a una botella de más de 1000 euros. Luego el chaval se hizo un porro de marihuana. Y luego se echaron una siestica viendo alguna mierda en la televisión. Y luego, empezaron a hablar. Los hombres de esta familia se tomaban la vida con tranquilidad. Afuera, 28 de junio, el tiempo era esplendido, el verano no había hecho más que empezar con todas las esperanzas que guarda, cuando tienes 25 años. Odei había quedado después con sus colegas para celebrar el Orgullo, el momento no podía ser mejor. “-Bueno Tío, que pasa, cuéntame eso tan bueno que tienes para mí. Qué es? Afgano? Colombiana? Una orgía mixta en las Vegas? Jajajajaja”. El tío abuelo contesto riéndose también:”-jajajajaja, canallaaaaaa, nooooo, jhajajajaja. Lo siento, no se trata de nada de eso. Estoy metido en un lio, Odei, un lio muy gordo, quizás el más gordo de mi vida. Y necesito que me des cobertura. Solo tú puedes ayudarme” Y para decirle esto último se puso serio como nunca se había puesto con el chaval. Y el chaval, con una mezcla de amor filial y gusto por el lado salvaje de la vida, le miro de manera enternecedora: “-Lo que necesites, Tío”. Y esa vez el tío no sonó a colega, sino a ese familiar que siempre se lleva la mejor parte de la paternidad. Le dijo Juan: “-Vas a estar en Sanfermines aquí?”. “-Bufffff, hasta el ocho. Luego me najo pa Almeria, paso de esto, mucho mogollón!!”. “Bien, vale, yo te necesito el 7. Yo pago la droga, y tú invitas a algún colega. Seis sería perfecto. Puedes liar a seis para que te acompañen en la mañana del 7?”. “-Qué droga?” pregunto Odei. “-M!, cojonudo”, contestó su tío. “-Si, contestó, si es M, sí puedo liar a seis. Y a veintiséis!!!. Que hay que hacer?”. Y entonces Juan le explico su plan, y mientras lo hacía, se liaron otro porro, y al chaval se le fue yendo la olla con la colaboración con su Tío, pero a Juan eso le pareció bien, porque las idas de olla de ese estilo cuadraban perfectamente con lo que se iba a cocer el 7 del 7, a la vista de todo el mundo, aunque más de uno, ni se enterara. Quedaron que el día 5 iban a verse, que Juan le iba a pasar todo el material necesario, excepto la droga. Entrego a Odei un juego de llaves de su portal y su buzón, le explico que en esos momentos iba a estar muy liado y que no iba a poder encargarse él. La debería ir a buscar el mismo día 7 a las 8,30 en su casa. En eso era iguales. La droga les quemaba en el bolsillo, y ostias, un 5 de julio llevar encima 4 gr de M, no era tontería!!! Lo podía quemar para antes del chupinazo, sin esfuerzo. Le dijo: “Odei, canalla, apareceré alrededor de las 12 por allí, por favor, ve un poco antes”. Odei contestó: “Tranqui tío”, volviendo a su tono de siempre. “Donde has dicho que estaba exactamente el lugar?”. Juán: “Esperadme cerca del puente del Arga, debajo de Discosa. Tenéis un yerbin de puta madre para beber y meteros rayas y esperarme. Pero estate por si acaso, antes de las 12”. Insistía, aún sabiendo que quizás el chaval no llegaría a tiempo, que quizás se le iba a olvidar que habían quedado. Era el riesgo de confiar en gente como el mismo, que iban fluyendo por la vida sin poder comprometerse con nada, ni con nadie. Pero creía que el sobrino estaría allí. Y después, no podía ni pensar que podía pasar después.

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15º Entrega: Natxo Z. estaba muy harto. Primero, del Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra. De estos, de los que más. Toda su vida expresandose a través de la práctica fotográfica, reconocido en lugares con mucha más tradición cultural de cualquier tipo, sin necesidad de carnet de partido, ni mamadas figuradas o reales. Y en su propia ciudad, en la cual podían rastrearse hasta 5 generaciones anteriores de vecindad, nunca, nada. Pisotones, empujones, ninguneos, ignorancias. Y ahora, como el Consejero era un niño bien mal, conocido por toda la casta cortijera que dominaba esta mierda de terruño, con la cobertura que le daba el dinero de su padre, famoso constructor navarro, y el aura boheme que le regalaba su madre china-francesa, chic, chic, chic, como había vivido en Paris, y en Shangai y en Nueva York, le parecía al Presidente Aldeano que ahora Navarra iba a lucir más en Arco, buagggggg, que puto asco le daba todo. A ese Consejero lo había visto ciego de caballo, de speed, borracho, molestando a tías y cabreando a tíos, un millón de veces antes de que se lo llevaran a China, que por lo visto allí, es más difícil conseguir droga. No era mal tipo, pero era imbécil. Y sabía vestir, pero Natxo Z., humildemente, creía que ahí se acababa toda su formación cultural. No se le podía negar que sabía manejarse entre católicos escandalizados y liberales ávidos de contratos y subvenciones, pero en los bares, alguna vez pillo la del pulpo. El bobo de él debía pensar que todo el mundo era como los salones de cocaína y Don Perignon donde fue criado. El típico pijo con ínfulas underground, no del todo malo, no del todo bueno, cobarde y bienqueda. Estupendo para irte de marcha con él. El Consejero. Buufffff. También estaba harto de toda la romería de muertos vivientes que habían visitado esas semanas la exposición. Gentes que hacía mucho no veía por los bares de siempre, alguno con sus criaturas, tiesos y reprimidos, como avergonzándose de lo que hicieron, pasando por las fotos como de puntillas, cuando Natxo Z. sabía perfectamente que se estarían acordando de cada tontería que hicieron, cada ciego que pillaron y droga que probaron. Punks reciclados en ciudadanos anormales. Y harto de los que seguían como entonces, con la misma chupa, recambiada tres o cuatro veces desde entonces, con los mismos pantalones, el mismo peinado, aunque alguno había perdido hasta el 75% de la cantidad de pelo con el que antes, lo lucía. Harto de que llegaran ciegos para las once de la mañana, o las seis de la tarde. Harto de su charla, la misma charla incesante de los ochenta, con los mismos giros y tonterías, pero con un aliento infinitamente más desagradable. Y estaba harto de la exposición, normal teniendo en cuenta que ya era la segunda semana con ella a vueltas. Pasaba todo el día, horario partido como una dependienta de mercería, junto a sus fotos. Y aguantando el tirón. Siempre había sido un poco antisocial, y estar ahí, guardando las obras como las beatas el Santísimo, era terapia de shock. Pero al menos el niño pijo en algo no había cambiado, le pagaban muy bien por estar ahí, como cuando no le dejaba pagar ni una cerveza, en las noches que lo agarraba por banda y no le dejaba irse hasta que estaba lo suficientemente ciego como para no darse cuenta que se escapaba. Ese mismo jueves, 28, clausuraban la dia-crónica esta, que le llamaba así porque día tras día, como enfermo crónico, ahí le tenía encerrado. Luego iban a inaugurar una sobre piezas barrocas piadosas, jajajajajaja, ostia, que gracia tienen los programadores culturales de esta mierda de ciudad, pensó. Del punk a Mena, en un finde. Jajajajaja, manda cohone!!!, siguió pensando. También estaba harto del Madero Fantasma, que día tras día, le aparecía por algún lugar de la exposición. A base de apariciones, iba reconstruyendo algo con la información que le daba. No dejaba de preguntar por Desirée, y cada vez que Natxo Z. le respondía, quién es Desirée, el contestaba, no conozco a esa persona, y desaparecía, lo cual le resultaba muy provechoso. Pero otras veces insistía en el cura, y así sabía que había un sacerdote asesinado, en alguna capea o algo así, porque lo había matado una cornada en el culo, eso, le había quedado claro. Otras veces le aparecía, se le quedaba mirando y de pronto le decía, frenaaaaaaaaaaa, en un aullido que le daba miedo a Natxo. Y desaparecía. Y entre la exposición y que llevaba una temporada que no dormía bien, estaba con los nervios a flor de piel. Y ese fantasma le ponía nervioso, le aburría. Y era el único que una y otra vez, volvía. Y no sabía el porqué. Pero sobre todo estaba harto de no dormir. No recordaba la última noche que pudo dormir cuatro horas seguidas, y hacía unos días ya que le parecía que cada noche, dormía menos. Eso le exasperaba, le dejaba marcas en los ojos, le hacía tener el estómago revuelto. No tenía ganas de estar con nadie. Solo quería dormir. Pero llegaba a la cama, caía derrotado, y empezaba a soñar, el mismo sueño que cada día iba tomando más claridad. El mismo túnel, de ladrillo, húmedo. Y un hombrecillo vestido con un chándal de marihuanas corriendo delante de él. Y Natxo Z. detrás, llamándole, no sabía por qué, no le parecía que lo conociera. Eh, eh, eh, tú, para. Y el hombrecillo que no le hacía caso. Y Natxo Z. corriendo corriendo, hasta que todo comenzaba a moverse, como en un terremoto, y entonces Natxo Z. despertaba…

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