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Iglesia Presbiteriana Reformada Cristo el Señor

Cl 54 1 W - 21 Barrio Balconcitos, Bucaramanga, Colombia
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El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar de Él

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 19 ¿En qué consiste la miseria del estado en que cayó el hombre? R.: Debido a su caída, toda la raza humana perdió la comunión con Dios, está bajo su ira y maldición, y expuesta a todas las miserias de esta vida, a la muerte misma, y a los sufrimientos del infierno para siempre. Gn. 3:8, 24; Ef. 2:3; Ro. 6:23; Mr. 9:47, 48. Quedar en un estado permanente de miseria, fue la consecuencia para toda la humanidad, del primer pecado de Adán. No hay lenguaje humano suficientemente claro para explicar qué tan miserable es este estado. Si todos los hombres atendieran al estudio cuidadoso de este asunto, su corazón se llenaría de vergüenza, de dolor y clamarían con gran angustia pidiendo misericordia y perdón. El hombre está bajo la ira y maldición de Dios. Así como el hombre a pesar de ser tan malo, siente a veces tan profundo sentimiento de desagrado o indignación por los actos de otros hombres; así en Dios se desarrolla un sentimiento de profundo desagrado e indignación santa y justa, a la que llamamos ira de Dios, motivada por el pecado de sus criaturas. Ira justísima cuyas consecuencias el hombre no tiene fuerzas para resistir, ni puede en manera alguna escapar de ella, como no sea por la mediación de Jesucristo el Salvador. (Jn. 3:36; Ef. 2:3). La maldición de Dios sobre el hombre, es como su ira, justísima: pero no es comparable a la maldición de los hombres ni en cuanto a su intención ni en cuanto a la forma de manifestarse por su amor infinito, preparó la manera de que el infeliz pecador consiga escapar de ella, por Jesucristo el Señor. (Gá. 3:10: Ro. 1:18; Sal. 90:11; He. 10:31; Jn. 3:18). La consecuencia de estar en esta tristísima condición es que quedamos expuestos a tres desventuras cada una mayor que la anterior. La primera de estas desventuras es: las miserias de esta vida actual. Toda la pobreza, toda la enfermedad, toda la aflicción que los hombres padecemos, es el resultado natural de estar bajo la ira y maldición de Dios, y esta miseria es tanto del cuerpo como del espíritu. (Ef. 4:17-19; Ro. 2:9). La segunda desventura es la muerte. La muerte que la inmensa mayoría de los hombres ve con profundísimo horror. La muerte que fue la sentencia anunciada para la desobediencia y que vendrá después de una vida de trabajos, fatigas y aflicciones, porque es la paga del pecado. (Gn. 2:17; 3:19; Ro. 6:23). La tercera y final desventura es las penas del infierno que serán eternas, y la sola esperanza de aquellos que olvidándose de Dios y despreciando su amor, no ponen su fe en Cristo ni están dispuestos a entregar su vida. (Sal. 9:17; Mt. 7:23; 2 Ts. 1:9; 2 P. 2: 17; Jn. 3:36). Toda esta condición tan miserable, no es más que la consecuencia de haber quedado la humanidad fuera de la comunión con Dios, por causa de la desobediencia. Dios y Adán, En esta condición permanente quedó hundida la humanidad entera; pero Dios, con infinito amor, preparó el camino por el cual puede todo aquel que lo quiera hacer, reanudar su comunión con El. Este camino es sólo Cristo Jesús quien dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". (Jn. 14:6).

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Desde este domingo día del Señor nos encontraremos en nuestro servicio congregacional con el fin principal que es adorar a Dios y deleitarnos en El, a partir de las 9:00 am y continuaremos conociendo más de su palabra en la escuela biblica con el estudio del Catecismo Menor de Wetsminster.

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 18: ¿En qué consiste la pecaminosidad de aquel estado en que cayó el hombre? R.: La pecaminosidad de aquel estado en que cayó el hombre consiste en la culpabilidad del primer pecado de Adán, la carencia de justicia original y la depravación de toda su naturaleza, lo cual es comúnmente llamado pecado original, junto con todas las transgresiones que proceden de éste. Ro. 5:18, 19; Efes. 2:1; Ro. 8:7, 8. Lo pecaminoso del estado en que todos los hombres nos encontramos ahora, consiste en la culpabilidad del primer pecado de Adán, haremos uso de una ilustración. Cuando el Jefe de una nación estampa su firma en un documento por el cual se compromete a pagar alguna deuda o indemnización, lo hace en nombre de los ciudadanos de aquel país, y todos ellos están obligados a tomar su parte para que el pago sea hecho. Si el mismo Jefe declara la guerra a otra nación, todos los ciudadanos directa o indirectamente tienen su parte en esa guerra, aunque ellos no firmaron la declaración; porque el Jefe lo hizo en representación de todos ellos. Podrá ser que a algunos no les agrade la determinación tomada; pero, de todos modos, su participación, de una o de otra manera, tiene que ser efectiva. De semejante manera, aunque sólo Adán cayó en aquel primer pecado, como representante que era de todo el género humano del que era cabeza y raíz; todos sus descendientes tenemos parte de culpabilidad heredada, aparte de la propia por nuestros propios pecados. (1 Co. 15:22; Ro. 5:18). En segundo lugar, lo pecaminoso de este estado consiste también en la falta de justicia original. No tenemos esta justicia original porque sólo Adán la tuvo antes de su caída, pero después, aquella conformidad perfecta a la naturaleza santa de Dios y a la ley que fue escrita en su corazón se perdió por completo y ni un solo hombre la posee. (Ecl. 7:29; Ro. 3:10). En tercer lugar, consiste también en la depravación o corrupción de toda su naturaleza, llamada comúnmente pecado original. Original, no porque con ella haya sido creado Adán, sino porque con ella nacen los hombres y mujeres sin excepción después de la caída de Adán. La historia y la experiencia personal de todos los hombres confirman lo que enseñan las Santas Escrituras sobre este asunto. Esta corrupción dura toda esta vida aun en aquellos que son regenerados por el Espíritu Santo, y los obliga a una permanente lucha en la cual el triunfo sólo se adquiere por la potencia del Espíritu Santo y de Cristo; cuando ambos ocupan por completo el corazón. (Ro. 7:14, 17, 18:23; Pr. 20:9. Ecl. 7:20). Lo pecaminoso de este estado consiste finalmente, en las transgresiones o violaciones de la santa ley de Dios, que motivadas por el pecado original, continúan los hombres cometiendo ya sea en pensamiento, palabra u obra. Cada forma distinta de pecado, tiene su origen en el profundo estado pecaminoso de nuestra naturaleza. Las trasgresiones actuales no son sino las manifestaciones visibles o definidas del estado pecaminoso: este es la fuente y las diarias transgresiones son las corrientes brotadas de dicha fuente de maldad. (Mr. 7:21-23). ¡Qué tristísimo es el estado en que quedó la humanidad por la primera desobediencia: pero qué preciosa es la esperanza de gloria y felicidad eterna en Cristo Jesús el Salvador del mundo! ¡Gracias a Dios por su don inefable!

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Hoy día del Señor nos encontraremos nuevamente para adorarlo en nuestro culto congregacional en la calle 54 1 W- 21 Barrio Balconcitos

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Los esperamos mañana en nuestro culto congregacional en la calle 34 # 23-42 salón social edificio Versalles Imperial a las 10am.

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 16. ¿Cayó toda la raza humana en la primera trasgresión de Adán? R.: Habiéndose hecho un pacto con Adán, no solo para él, sino también para su posteridad, toda la raza humana descendiente de Adán por generación ordinaria, pecó y cayó en él en su primera trasgresión. Gn. 1:28; Hch. 17:26; 1 Co. 15:21, 22. Nuestros primeros padres fueron no sólo la raíz de la humanidad, sino sus legales representantes en toda la extensión de la palabra. Sucede con frecuencia que los padres de una familia contraen deudas que no pueden pagar durante su vida, y entonces los hijos teniendo en cuenta que la deuda contraída, fue más bien de la familia que de los padres se interesan vivamente en pagarla a la muerte de éstos. Sucede también que los padres, por un esfuerzo y trabajo constante, labran una fortuna grande o pequeña que al morir ellos queda siempre en manos de sus hijos; porque su trabajo y esfuerzo no fue intencionadamente para ellos solos, sino también para sus descendientes. De manera semejante, el primer pecado de Adán y Eva vino a constituir una deuda que pesa sobre todos sus descendientes. Si en vez de ser desobedientes, hubieran obedecido fielmente, la bendición que hubieran recibido no habría sido solamente para ellos, sino para todos sus descendientes también. Desventuradamente, pudiendo ser obedientes y recibir para ellos y sus descendientes la confirmación plena de su estado primitivo, a la imagen de Dios; ellos desobedeciendo, trajeron sobre sí y sobre todos sus descendientes las consecuencias naturales del pecado, previamente anunciadas por Dios. (Gn. 2:17; Ro. 5:14; 1 Co. 15:21, 22). Adán quiere decir: el hombre; Eva quiere decir; la madre de todos los vivientes. Fundadores y representantes de todo de género humano, por lo cual todos los descendientes de ellos según la generación ordinaria, quedaron incluí dos en el pecado y la caída. Después de aquel primer pecado, que fue imputado a toda la humanidad. Adán seguramente cometió otros varios pecados, como todos los hombres y las mujeres los han cometido, de los cuales cada uno ha sido, es y será el único responsable ante la justicia divina. (Ez. 18:14, 19-21). Solamente hay un hombre, verdadero hombre, que no participó del primer pecado de Adán, porque no vino a la vida sobre la tierra según la generación ordinaria; sino que fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de una virgen. Este fue Jesucristo, Dios y Hombre verdadero; que es la única esperanza de la humanidad caída. (1 Co. 15:22).

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Una bendición compartir con nuestros hermanos de Iglesia Reformada Monte de Sion , gracias por su hospitalidad

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"Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto." Is. 9:6, 7

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"Porque el Señor, el Altísimo, es digno de ser temido; Rey grande es sobre toda la tierra." Sal 47:2

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 15. ¿Cuál fue el pecado por el cual nuestros primeros padres cayeron del estado en que fueron creados? R.: El pecado por el cual nuestros primeros padres cayeron del estado en que fueron creados, fue el comer el fruto prohibido. Gn. 3:6 Nuevamente, como cuando estudiamos la pregunta número 13, nos conviene leer cuidadosamente el capítulo 3 del Génesis, donde se conserva para el enseñamiento y exhortación de los hombres, el relato detallado del primer pecado cometido por nuestros primeros padres. Su primer pecado, que motivó que cayeran de aquel estado de inocencia y santidad en que fueron creados, no fue otro que el comer del fruto prohibido. Nada había perjudicial ni para el cuerpo ni para el alma en aquel fruto y comer de él si no hubiese estado de por medio la prohibición expresa del Creador nada habría tenido de particular. Sin embargo, por la prohibición expresa de Dios, de comer de aquel fruto inofensivo en sí, trajo consecuencias desastrosas para nuestros primeros padres como para toda la humanidad. Notemos que el acto de comer de aquel fruto en abierta desobediencia al mandato divino, no fue sino el final de una serie de faltas que en concepto de Eva, no eran de importancia mayor. Principió por entablar una conversación con Satanás, aunque en verdad, no sabía quién era él. Continuó por dudar de la veracidad y bondad de Dios y, en cambio, tuvo plena confianza en las astutas mentiras de Satanás. Se despertó en seguida en ella, siempre por la maligna influencia del enemigo de las almas, una desordenada y orgullosa ambición de ser igual a su Creador en sabiduría. Y finalmente, atendiendo mejor a las insinuaciones satánicas que a la orden terminante de Dios, tomó del fruto y comió. Después llevó del fruto a su marido y éste, siendo consciente de que comer de este fruto era contrario a lo expresado por Dios, comió como ella de aquel fruto, también en abierta desobediencia al mandato que le era perfectamente conocido. Los dos pecaron, los dos cayeron, los dos recibieron el castigo. ¡Cuán vigilantes debemos vivir los cristianos, para no seguir por la senda de maldad y desobediencia por la cual nuestros primeros padres caminaron!

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 14 :¿Qué es el pecado? R.: El pecado es la falta de conformidad con la ley de Dios o la trasgresión de ella. Ro. 4: 15; Stg 2:10; 4:17; 1 Jn 3:4. Dos aspectos tienen el pecado, de los cuales generalmente sólo hemos dado importancia a uno. Pecado es en primer lugar, hacer lo contrario de lo que Dios tiene ordenado a sus hijos. Su santa ley ha declarado cuál es su santa voluntad; y marca el límite de nuestras acciones. Todo lo que hacemos fuera de ese límite o contra lo que está ordenado, es pecado. (Ro. 4:15). La ley de Dios ordena: "No tendrás dioses ajenos delante de mí". "No te harás imagen... " "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano", "No matarás", "No cometerás adulterio", "No hurtarás", "No codiciarás". Todo aquel que tiene un dios aparte del solo Dios vivo y verdadero, que se hace imagen para adorarla, que toma el nombre de Dios en vano, que mata, adultera, roba o codicia, cae en trasgresión de la ley de Dios, y la trasgresión es pecado. (Stg. 2:10; 1 Juan 3:4). A esta clase de pecado se le llama pecado de comisión, y por regla general los cristianos sinceros hacen todo lo posible por no caer en él. Un segundo aspecto del pecado es el que se denomina de omisión. Este consiste no precisamente en hacer lo contrario de lo que Dios tiene ordenado; sino simplemente, dejar de hacerlo. La santa ley de Dios dice: "Acordarte has del día del reposo para santificarlo", "Honra a tu padre y a tu madre"; y dejar de santificar el Día del Señor y no honrar a nuestros padres, es un pecado de omisión. (Stg. 4: 17) Ordinariamente se piensa que el pecado de comisión es mucho más grave que el de omisión, pero esto no es cierto. Tan grave es uno como otro y Dios odia a ambos. Más todavía, aun el pecado cometido sin intención manifiesta, sino por error, es ofensivo para Dios y en Levítico capítulo 4, se explicaba al pueblo de Israel lo que debía hacerse cuando se cometía algún pecado por error o equivocación. Es difícil cometer un pecado que sea sólo de omisión o sólo de comisión; por regla general quien comete uno, comete al mismo tiempo el otro. Ejemplo: matar es pecado de comisión; pero quien mató, primero dejó de amar a su prójimo y así cometió también el pecado de omisión. Ahora, pensemos en quién es el autor del pecado. Algunos hombres impíos aseguran que Dios es el autor; pero la Escritura nos dice que Dios es santo y que, aunque lleno de misericordia hacia el pecador, odia el pecado. (Is. 43:14; Éx. 34:6, 7). Otros dicen que el hombre es el autor; pero esto tampoco es cierto, pues el hombre fue creado originalmente a la imagen de Dios. (Gn. 1:26, 27). La Palabra de Dios asegura que Satanás es el autor del pecado y que todo el que peca, pertenece al autor del pecado. (1 Juan 3:8). ¡Cuán triste cosa es el pecado!.. Pero: ¡Gloria a Dios! ¡El Hijo de Dios vino para deshacer su maligna obra! El único remedio contra el pecado y sus consecuencias, es el Señor Jesucristo, y sólo triunfará quien permanezca en El. (1 Jn. 3:4-10).

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CATECISMO MENOR DE WESTMINSTER PREGUNTA 13. ¿Permanecieron nuestros primeros padres en el estado en que fueron creados? R.: Nuestros primeros padres, dejados a su libre albedrío, cayeron del estado en que fueron creados, pecando contra Dios. Ro. 5:12; Gn. 3:6. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, por consiguiente, era perfecto originalmente y capacitado para cumplir el fin principal para que había sido creado. Fue capaz de mantener una comunión y compañerismo íntimo con su Creador, Dios le concedió el don del libre albedrío, por lo cual el hombre tenía poder y libertad para escoger lo que mejor le pareciera. Como Dios es un ser libre así quiso que lo fuese el hombre; pero para hacerle entender que no alcanzaba a igualarse con su Creador lo sujetó a una pequeña prueba de la cual si salía vencedor le ratificaría definitivamente en su estado de semejanza con El. Este privilegio del libre albedrío ponía al hombre en la posibilidad de permanecer para siempre en su primer estado si escogía ser obediente; o de caer para siempre también de dicho estado, si escogía ser desobediente a la orden dada por su Creador. Esta prueba era necesaria para fortalecer su carácter moral; pero el hombre, haciendo uso de este privilegio, libremente escogió mejor bajo la influencia maldita de Satanás, desobedecer a su Dios y seguir las indicaciones del Maligno. Su carácter moral fue totalmente cambiado por esta desobediencia, perdió la imagen de su Creador, y perdió la comunión con El, de que había disfrutado ampliamente antes de la caída. (Ecl. 7:9). Después de tan tremendo fracaso, es muy consolador pensar en la provisión salvadora preparada por Dios el Padre en la persona de Dios el Hijo, para la restauración de la humanidad caída. (Ro. 5:12, 17-21; 1 Corintios 15:21, 22). ¡Bendito sea el Señor!

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